sábado, 25 de diciembre de 2010

Si no respiro es por no ahogarme.



La historia que pretendo contaros no es moral, siquiera alegre o triste, sin giros retóricos e importancia. Su protagonista es un señor que nació y murió. Tuvo una vida apacible, mujer e hijos y un sueño. Sueño que como en algunas historias reales no alcanzó por mucho que se esforzara; no tuvo en cuenta que, a veces, los finales justos no existen. Pero ese no fue su mayor error, aunque dado que él nunca lo descubrió, no creo pertinente narrar, ya que, a fin de cuentas, ésta, es su vida.
Confío que aún así haya quedado lo suficientemente claro pues precisamente aquello que no vivió es la importancia de relatar su insípida existencia

martes, 14 de diciembre de 2010

Fermez la porte.

Y sin una palabra más, se fue.
Tuvo cuidado de cerrar los ojos al entrar en el vagón, no pretendía guardar ese recuerdo.
Se sentó derecho en su compartimento y, con parsimonia y los ojos aún cerrados extrajo un bote del maletín.
Tras un rápido y experto movimiento sus cuencas quedaron vacías y dos globos oculares cayeron con un chapoteo al interior del tarro.
Revolvió un poco más, donde habría dejado los demás, pensó.
Al cabo de unos segundos los encontró, sacó la caja y depositó sobre la plama de su mano un par de ojos aún vírgenes. Casi al instante estaban colocados en el lugar que por naturaleza les corresponde.
Parpadeó un par de veces, sonrió, y se acomodó en el asiento hasta llegar a su destino.
Había cerrado la puerta. Comenzaba de nuevo.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Oblivion.

"Siempre hay que hacer cierta diferenciación entre lo bello y lo bonito, pues lo bonito, a fin de cuentas, te deja indiferente."
Soy caminante, un ser deforme atrapado en una humanidad dismorfóbica, manida y desfigurada. Gusano fénix que no renacerá una vez más con la certeza de verse sumergido en detritus de nuevo. Mi función está cumplida, he caido y me he levantado, sólo por eso ya merezco absolución, aunque no la imploro.
Prefiero un Tutmosis III enfurecido, capaz de borrar mi nombre de todas aquellas pupilas que algún día me miraron y repararon en mí.
Pido olvido porque siento vergüenza, pido venganza por los vericuetos que recorrí.
Aqui sentado, no importa dónde, cerca de ti, observo el ocaso tras las ruinas de mi civilización, y no sentimos nada, nunca lo hemos hecho en realidad. Te recuerdo entre brumas, en un profundo letargo, pálida, contemplándome con tus inescrutables ojos marrones, te acercas y expiras "¿Quién eres?", detonando la caja. Me colvulsiono entre imágenes, sonido y midriasis. Yo soy tú, soy nosotros, soy humanidad y compasión, soy caminante y soy camino, soy vida. Y tú, que me miras seria, apagada y tranquila, sin mí no serías, como yo sin ti tampoco, por mucho que haya ignorantes que nos crean opuestos.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Larvas.

Soy un ser terriblemente apocado, ni decir tiene que en ningún momento se me ha pasado por la cabeza la descabellada idea de relataros mis problemas, simplemente porque os creo incapaces de comprenderlos, y, en caso de hacerlo, sobrellevarlos.
De hecho creo que ha sido un tremendo error comenzar a escribir, pero es pura dejadez, aunque suene paradójico, lo que me obliga a continuar.
Mis demonios son muchos, innumerables; reconozco, no sin cierto pesar, que carezco de la imaginación suficiente como para nombrar a todos y cada uno de ellos.
Confieso haber quedado reducido a un gusano, un gusano diminuto y execrable, si bien lo peor de todo es que soy consciente de mi propia, a la par que autoinducida, depravación. ¡Y no piensen ni por un instante que no me maldigo por ello!, recuerdo con cierta agonía que cuando era joven aún, lo único que deseaba, ferozmente, era conocerme. Ahora lo que padezco es una tremenda envidia hacia aquel pensativo e ingenuo muchacho sumido en una crisis adolescente.
Porque créanme cuando les digo que es infinitamente más sencillo crear una máscara que disimule la propia fealdad a partir desconocimiento de uno mismo que de la certeza del esperpento que subyace. Y ahora mi propia pusilanimidad me lo impide, mi máscara se agrieta, pero ya ni siquiera me importa. Cuando asevero que sólo continúo en el mundo por inercia vital, por apatía incluso hacia el morir, ¿hay algo más vil acaso?
No obstante, permítanme recordarles que no estoy aquí para ser juzgado, ni ustedes para hacer de jueces, por tanto les rogaría se abstuvieran de contestar a mi última pregunta, no les corresponde hacerlo.

martes, 23 de noviembre de 2010

Spasibo.


Mi muy estimado amigo,
Me veo en la necesidad de responder con agrado a su delectante misiva, la cual puedo incluso calificar de la menos desagradable entre las recibidas estos últimos meses.
Confieso que mi vida jamás perdió ese gusto amargo del que se sabe muerto desde el preciso instante en el que fue brutalmente traído al mundo. Podría tildarla de indolente. Todo lo que hice, los logros que alcancé fueron porque en ese momento no tenía nada mejor que hacer.
Y ahora, apergaminado como estoy, miro hacia atrás y pienso.
Reflexiono sobre todo lo que pasé y mi total ausencia de pragmatismo, y concluyo, debería haberme entretenido más en tejer hilos de mentes ajenas. Tendría que haber destinado más tiempo a extasiar seres humanos, aunque les detesto profundamente, me hubiera realizado.
Le insto a que lleve a cabo aquello que tiene meticulosamente planificado, yo me cuidaré en cubrirle la retaguardia.
Atentamente,
Paul Hilbert

domingo, 21 de noviembre de 2010

Bestiario.



"Pueden visitar mi guarida, pero les ruego, pasen en murmullos y hablen de puntillas" rezaba el cartel.
Bueno, no me había quedado mal.
Poca gente entraría, ya que en estos tiempos, la quietud y el silencio están mal vistos, incluso a veces, dan miedo.
Pero aquí es diferente, ésa es la única forma de sobrevivir.
[Sh...]
Mi morada está en penumbra constante. 
Convivo con cientos de espejos y filigranas de cristal, colgadas del techo y dispersas por todas partes, no duermo, siquiera dispongo del espacio necesario para sentarme, pero la belleza que me circunda merece este sufrimiento.
El equilibrio es importante.
Me fascina cuando se cuela, trémulo, un rayo de luz por una puerta o ventana entreabierta. Acaba irremediablemente desmembrado en multitud de arco iris. Es una lástima que deba evitarlo. He de hacerlo porque de cualquier otra manera me acabarían enajenando los, aparentemente, inocuos colorines. Despertando en mí curiosidad por el exterior.
Sería entonces cuando, al asomarme, se deslizaran dentro el ruido, la prisa, la multitud y el ajetreo, desencadenando una vorágine de Caos que provocaría que todo lo que he construido estos años, con tanta dedicación, aquello tan perfectamente cimentado, asentado, y asumido por mí, si bien frágil y delicado, se desmoronase como un castillo de naipes.
Infinitas veces más hiriente.
Las esquirlas me atravesarían depositándose bajo mi piel, en tanto que los iris despigmentados serían evidencia de todo lo que mis ojos ya no ven, y la luz me atraparía a mí también.
Irremisiblemente

viernes, 19 de noviembre de 2010

Papilio nephelus.


Siempre me encantaron las mariposas porque son todo un desperdicio.
Ciertamente, dignas de lástima, tan complejamente hermosas, tan delicadas, e incluso, frágiles, sin más futuro que un ciclo vital de semanas, un año con suerte.
Sé bastante de compasión, puedo observarla a diario en los ojos de todo aquel que no considera indigno mirar a un niño vestido con harapos y semicongelado pidiendo en un rincón de la concurrida estación de tren.
Son tiempos duros. Es enero y en Улаанбаатар el termómetro al que miro casi con la misma ansiedad que al dinero, que de vez en cuando un viajero apresurado me arroja, evitando detenerse, claro está, marca -26ºC.
Tengo en el subterráneo en que habito, ocupo más bien, (creo que su nivel de habitabilidad está tan bajo cero como la temperatura), una maravillosa colección de mariposas. Aunque ninguna es de verdad.
Sé que me comprenderán, es raro verlas por aquí; cuando logro capturar alguna, la copio en una hoja meticulosamente, con infinita delectación. La recorto y la clavo con un alfiler al poliuretano que recubre las tuberías.
No quisiera dar impresión de ególatra, si bien, el resultado es tan real, que incluso puedo verlas retorcerse mientras las atravieso, con la mirada extraviada.
La de verdad me la como.
En parte es también una venganza, porque este Nómada de las Alcantarillas perecerá como oruga.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Herrumbre.

Imprecaciones, a todas horas, que no han hecho más que ir transformándome en lo que soy.
Intento volcar en este papel rabiosamente todas las ideas que en este momento revolotean molestamente en el interior de mi cabeza, y de mi vida.
Lo único que realmente deseo es irlas cogiendo y clavando aqui, con palabras como alfileres.
Pugno además por hacerlo de manera lenta y agónica, con ademanes exagerados, fluidos y certeros.
Y es que no tenéis ni idea de lo que supone ser yo, si bien sé que no por falta de intención.
Es extenuante vigilaros a todas horas para que no logréis quebrantar mi barrera de seguridad e inmiscuiros en mis pensamientos. De todas formas eso se acabó, estoy exhausto, y para bien o para mal verteré mi enfermedad sobre este mugriento trozo de papel, con que ya podéis regodearos en vuestra victoria de ineptitud.
No imagináis hasta que punto es ominoso y execrable el no sentir. Os lo digo a vosotros, que un mal día lo cambiaríais todo, hasta vuestra alma si se tercia, por ser completamente insensibles. Vosotros, no sabéis lo que pedís.
Y yo os increpo toda una vida de renegar del sentir. Alguno podrá argumentar que nunca he sentido, que no sé de lo que hablo. Mentira. Sí lo he hecho, una única vez en mi vida, y la daría por repetirlo.
Me encontré de pronto, solo, en un mar de hielo abrasador. Tenía todos los músculos del cuerpo contraídos, me zumbaban los oídos, no percibía ni frío ni calor, solo odio, SABÍA que era odio. Notaba una fuerza titánica corriendo por mis venas hasta mis extremidades, me erigí en mente capaz incluso de vencer a Marduk.
Como vino se fue. Me quedé aislado, en mitad de un cráter de hielo, hombre nefando.
Ahora ya es todo gris, como siempre ha sido.
Mis intentos de dar color clavando entre mis uñas y carne pedacitos afilados de madera, retorciendo y desgarrando mi carne hasta que la sangre me resbala por los dedos únicamente tiñen de rojo el papel sobre el que escribo.
Mi mirada torva sólo suplica.

Noticias desde el quásar.

Los comienzos siempre me han resultado difíciles; aún así, empiezo a pensar que este en concreto no lo acabaré nunca. Pretendía pasar por alto la presentación, simplemente porque me iba a resultar vacía de contenido, y por lo que estoy viendo, no me equivocaba.
El (aparentemente) tópico objetivo por el que me decidí a abrir el blog fue el poder escribir en algún sitio de manera libre, sin que nadie me conozca. Necesitaba encontrar un medio de exponer mis ideas de modo indirecto y me pareció la mejor forma.
En lo que vaya a evolucionar (o involucionar) este proyecto, lo desconozco.
A partir de aquí,
bienvenido.