domingo, 15 de enero de 2012

B28

Estoy cansada de conjugar el verbo tocar en pasado cuando te pienso, 
el presente se me queda corto]
y el futuro no me consuela. 

A pesar de que nunca te lo dije, en aquel momento en que llegaste el mar engulló la esperanza y empecé a verlo todo de color azul. Y mataste a mi musa, pero no me importaba. Comencé a saber lo que es la necesidad de llenarme los bolsillos de besos y caricias, la importancia de mantenerlos en silencio hasta estar sola y mi miedo a desgastarlos. 
Quién me iba a decir que mis sentimientos acabarían en esta absurda dicotomía respecto a los trenes y que por fin comprendería el lado poético de una despedida en un andén. 
Aprendí que con los pies fríos y la cabeza caliente no se piensa bien y es muy fácil acabar haciendo daño. Que tus besos reconfortan igual en invierno que en verano pero menos que tras un tiempo sin abrazarme. 
Sabes que agotaría mis pupilas ahogándolas una y otra vez en tus ojos durante otras doce efímeras eternidades en lo que compartimos aliento.



sábado, 14 de enero de 2012

Entropía


Como en todos los sueños pocas cosas tenían sentido y, como la mayor parte de los dormidos, no se daba cuenta. La vida iba y venía en mitad de toda esa vorágine de colores sabores y texturas. Estaba definitivamente perdido, no sabía siquiera si lo normal en esos casos era tener miedo o dejarse caer.

Sumirse en las aguas oscuras de sus pensamientos en algún lugar protegido de la luz en el que nadie pudiera alcanzarle, cortar poco a poco toda la comunicación con el exterior para poder poner las cosas claras o compadecerse hasta quedar hecho un amasijo inerte.
En el fondo no se tenía miedo, conocía su propia autovoracidad y no mucho más, sinceramente. Probablemente eso fuera lo peor. 
Las imágenes se seguían sucediendo una tras otra pero ya no podía verlas, todas ellas estaban veladas. Se dio cuenta de que era el último instante en el que podía parar aquel tren desbocado de imágenes níveas que le atravesaba la cabeza desde la frente a la nuca de la forma más literal y gráfica que se pueda plasmar en un papel. 
Desde fuera, su cuerpo yacía sobre la cama empapado en sudor y en una especie de convulsión tetánica verdaderamente grotesca.
Al recuperar la consciencia su mirada vacía cayó buscando con apatía un punto de referencia. De pronto despertó, se levantó de un salto y revolvió la habitación en su búsqueda desesperada de un trozo de papel y un bolígrafo. Hizo varios esbozos y sonrío con demencia, no estaba todo perdido.

viernes, 6 de enero de 2012

El nacimiento de un hombre sabio

Ahora las cadenas son pesadas y el olor a óxido lo inunda todo.
Ya no se trata de una voz que tan sólo pretendía soltar su veneno de forma ocasional sobre un papel. Escribe caótico, difuso y embotado el mismo que desgarra con desesperación su boca y garganta con la esperanza de poder expulsar todos aquellos pensamientos enquistados. Se mece, se arrastra relamiéndose en su inmundicia, manipula seres que él crea y los tortura. Está seguro de que de ese modo libera sus demonios y sin embargo sabe más a óxido. 
El monstruo pide ayuda, él tiene que esforzarse en controlarlo, atrapar y destrozar cada sílaba que sale de su boca porque no puede permitírselo, está reclamando su morfina.
Y quizá después de todo este tiempo eso era todo lo que buscaba, despertarlo de nuevo. Puede que su angustia viniese de que creyó que involucionaba, que volvía hacia atrás y viendo que no había válvulas semilunares para impedirlo, ingenuo de él creyó que eso le recordaría quién era, que su miseria podía salvarlo.
Aúlla, mezcla de rabia y angustia. Necesita oírse, saberse, pensarse. Condena a su personaje al olvido, a su miseria, le ata sus cadenas y lo abandona a su suerte, en un mundo absurdo.
Aún puede aguantar lánguido el hilo con la esperanza de que ocurra su catarsis. 



sábado, 25 de diciembre de 2010

Si no respiro es por no ahogarme.



La historia que pretendo contaros no es moral, siquiera alegre o triste, sin giros retóricos e importancia. Su protagonista es un señor que nació y murió. Tuvo una vida apacible, mujer e hijos y un sueño. Sueño que como en algunas historias reales no alcanzó por mucho que se esforzara; no tuvo en cuenta que, a veces, los finales justos no existen. Pero ese no fue su mayor error, aunque dado que él nunca lo descubrió, no creo pertinente narrar, ya que, a fin de cuentas, ésta, es su vida.
Confío que aún así haya quedado lo suficientemente claro pues precisamente aquello que no vivió es la importancia de relatar su insípida existencia

martes, 14 de diciembre de 2010

Fermez la porte.

Y sin una palabra más, se fue.
Tuvo cuidado de cerrar los ojos al entrar en el vagón, no pretendía guardar ese recuerdo.
Se sentó derecho en su compartimento y, con parsimonia y los ojos aún cerrados extrajo un bote del maletín.
Tras un rápido y experto movimiento sus cuencas quedaron vacías y dos globos oculares cayeron con un chapoteo al interior del tarro.
Revolvió un poco más, donde habría dejado los demás, pensó.
Al cabo de unos segundos los encontró, sacó la caja y depositó sobre la plama de su mano un par de ojos aún vírgenes. Casi al instante estaban colocados en el lugar que por naturaleza les corresponde.
Parpadeó un par de veces, sonrió, y se acomodó en el asiento hasta llegar a su destino.
Había cerrado la puerta. Comenzaba de nuevo.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Oblivion.

"Siempre hay que hacer cierta diferenciación entre lo bello y lo bonito, pues lo bonito, a fin de cuentas, te deja indiferente."
Soy caminante, un ser deforme atrapado en una humanidad dismorfóbica, manida y desfigurada. Gusano fénix que no renacerá una vez más con la certeza de verse sumergido en detritus de nuevo. Mi función está cumplida, he caido y me he levantado, sólo por eso ya merezco absolución, aunque no la imploro.
Prefiero un Tutmosis III enfurecido, capaz de borrar mi nombre de todas aquellas pupilas que algún día me miraron y repararon en mí.
Pido olvido porque siento vergüenza, pido venganza por los vericuetos que recorrí.
Aqui sentado, no importa dónde, cerca de ti, observo el ocaso tras las ruinas de mi civilización, y no sentimos nada, nunca lo hemos hecho en realidad. Te recuerdo entre brumas, en un profundo letargo, pálida, contemplándome con tus inescrutables ojos marrones, te acercas y expiras "¿Quién eres?", detonando la caja. Me colvulsiono entre imágenes, sonido y midriasis. Yo soy tú, soy nosotros, soy humanidad y compasión, soy caminante y soy camino, soy vida. Y tú, que me miras seria, apagada y tranquila, sin mí no serías, como yo sin ti tampoco, por mucho que haya ignorantes que nos crean opuestos.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Larvas.

Soy un ser terriblemente apocado, ni decir tiene que en ningún momento se me ha pasado por la cabeza la descabellada idea de relataros mis problemas, simplemente porque os creo incapaces de comprenderlos, y, en caso de hacerlo, sobrellevarlos.
De hecho creo que ha sido un tremendo error comenzar a escribir, pero es pura dejadez, aunque suene paradójico, lo que me obliga a continuar.
Mis demonios son muchos, innumerables; reconozco, no sin cierto pesar, que carezco de la imaginación suficiente como para nombrar a todos y cada uno de ellos.
Confieso haber quedado reducido a un gusano, un gusano diminuto y execrable, si bien lo peor de todo es que soy consciente de mi propia, a la par que autoinducida, depravación. ¡Y no piensen ni por un instante que no me maldigo por ello!, recuerdo con cierta agonía que cuando era joven aún, lo único que deseaba, ferozmente, era conocerme. Ahora lo que padezco es una tremenda envidia hacia aquel pensativo e ingenuo muchacho sumido en una crisis adolescente.
Porque créanme cuando les digo que es infinitamente más sencillo crear una máscara que disimule la propia fealdad a partir desconocimiento de uno mismo que de la certeza del esperpento que subyace. Y ahora mi propia pusilanimidad me lo impide, mi máscara se agrieta, pero ya ni siquiera me importa. Cuando asevero que sólo continúo en el mundo por inercia vital, por apatía incluso hacia el morir, ¿hay algo más vil acaso?
No obstante, permítanme recordarles que no estoy aquí para ser juzgado, ni ustedes para hacer de jueces, por tanto les rogaría se abstuvieran de contestar a mi última pregunta, no les corresponde hacerlo.